El Día de Muertos siempre ha sido nuestra tradición más querida. A lo largo de nuestro camino profesional, hemos tenido la suerte de viajar por diversas regiones de México, conociendo y colaborando con artesanos de cada rincón del país. Hace siete años comenzamos creando altares para clientes, pero hace cuatro decidimos que queríamos algo más cercano, un altar propio para nosotras y nuestra comunidad. Un espacio donde pudiéramos honrar la más sagrada de nuestras tradiciones de manera respetuosa, trabajando de la mano con artesanos para mostrar su obra, creando una cadena de trabajo justa que no solo emplea, sino que también expande las fronteras del diseño a través de su talento.

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En su cuarto año, esta inciativa sigue creciendo, alcanzando a más personas y conectándolas con una agenda cultural tradicional que da vida al espacio. No es solo una danza entre lo visible y lo invisible, un lugar donde la gente se reúne para recordar a sus seres queridos. Este altar, que te abraza con la cálida luz de las velas y el aroma del copal, se convierte en un refugio para las almas, una ofrenda que palpita con amor y memoria.

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Es un altar comunitario donde cualquiera puede traer una foto o recuerdo de quienes ya no están. Aquí, la muerte no es el final, sino un retorno; una promesa de reencuentro que ilumina nuestro altar con luz y significado.